Potsdam, Berlín, la Ciudad de los Palacios - Panavisión Tours

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Potsdam, Berlín, la Ciudad de los Palacios

Los Palacios de Potsdam son uno de los conjuntos palaciegos más importantes del mundo

Potsdam, en Berlín, es una de las visitas obligadas de Alemania para cualquier viajero, una pequeña localidad a apenas media hora de la gran capital alemana que posee una gran colección de palacios y jardines, única en todo el mundo.

Por su cercanía con Berlín y la belleza de sus palacios, Potsdam es una excursión de un día perfecta para conocer un pedazo de la historia de Alemania.

Los palacios de Potsdam tienen su origen en los príncipes de Prusia y más tarde en los káiseres alemanes de los siglos XVIII y XIX, que construyeron en esta ciudad sus residencias de verano mostrando al mundo entero el lujo con el que se movía la corte en aquel entonces. Por tanto, los palacios de Potsdam están encuadrados en estilos que varían desde el barroco hasta los estilos historicistas decimonónicos.

Sanssouci es el palacio más conocido de los que hay en Potsdam y en Berlín. Se trata de la antigua residencia de Federico II de Prusia, que construyó este Palacio, como era la moda en la Europa de entonces, basándose en el Versalles de París. Hoy día, sus jardines y los templetes y pabellones que hay diseminados por los mismos, suponen una de las grandes atracciones de la ciudad alemana. Entre estos pequeños y encantadores edificios destacan el Palacio de la Orangerie y el Pabellón Chino, estructuras enterradas en mares de setos y árboles frutales con un encanto inexplicable.

El Palacio en si es un edificio que marca el clímax del estilo rococó en Alemania, con decoraciones suntuosas y estancias iluminadas que destilan una gracia propia de los reyes y príncipes de la época. Sus fachadas amarillentas son todo un símbolo del conjunto monumental de Potsdam.

En el otro extremo del Parque de Sanssouci se encuentra el Palacio Nuevo. Este enorme edificio barroco también fue mandado construir por Federico II, que quiso celebrar la victoria prusiana en la Guerra de los Siete Años con la lujosa mansión que se levanta ante sus ojos. En su exterior podrá deleitarse con las esbeltas esculturas que decoran su fachada, mientras que en el interior destacan alguna de sus dependencias, como el Teatro, muestra de la decoración barroca de la época.

Cecilienhof es otro de los palacios de Potsdam, en Berlín, que merece la pena visitar. Aunque su aspecto rural que recuerda a una casa de campo de la campiña inglesa es encantador, su interés se basa sobre todo en la historia que se desarrolló entre sus muros, ya que este palacio fue la sede de la Conferencia de Potsdam, que se celebró nada más terminar la Guerra Mundial en Europa. En aquella conferencia se debatió el final de la guerra y el reparto de influencia en el país que acabó con la creación de las dos Alemanias. Hoy día en su interior, un museo recuerda esta importante fase de la historia del país germano.

Babelsberg es, quizás, el más romántico de los palacios de Potsdam. Con un estilo neogótico que recuerda más a un castillo y situado en las cercanías del río Havel, disfrutando de unas espectaculares vistas del mismo, supone una de las fotografías más bonitas de la ciudad alemana. Aunque lo cierto es que, debido a obras de remodelación, no siempre se puede tener la suerte de visitarlo. Así pues, si tiene la ocasión de entrar en este palacio, construido por el Guillermo I cuando aún era príncipe, aproveche la oportunidad.

Otro de los palacios de Potsdam que debe visitar es Glienicke. Se trata de la obra del Príncipe Carlos en un claro intento de imitar el neoclasicismo italiano de la época. El palacio en sí es una maravilla donde predominan las reglas de la arquitectura italiana y los jardines tienen un encanto propio en el que casi le parecerá escuchar el Mediterráneo. En ellos encontrará el Pabellón del Té, uno de los edificios más bonitos de Potsdam.

Cerca de este palacio encontrará el Puente Glienecke. Durante la Guerra Fría, fue usado para el intercambio de espías entre los soviéticos y los americanos, ya que los extremos del mismo estabam en la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana respectivamente. Era, literalmente, el puente entre el Este y el Oeste.

Dejando de lado los palacios, no puede perderse la Nueva Ámsterdam, un pequeño barrio de Potsdam que, en tiempos, fue habitado por inmigrantes holandeses, que transformaron este trozo de Alemania en una Holanda en miniatura, con molinos de viento incluidos. Paseando por estas calles de ladrillos nadie diría que no se encuentra en la capital neerlandesa.